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Ayuda humanitaria para la India (Texto de Eva Dolado)

A través de este proyecto, buscamos con confianza lograr los medios económicos suficientes para poder ayudar a tantas personas que sufren en India. Nuestra idea es comenzar centralizando la ayuda en una pequeña parte de India como es Thrissur, en el estado de Kerala, pues la India es tan grande, que más que un país es como un continente y por muy ambiciosos que pretendamos ser, debemos tener primero bien firmes y arraigados los pies en la tierra y honestidad suficiente para al mismo tiempo reconocer, que sólo en un pequeño distrito como es Thrissur, ya hay mucho por hacer.
¿Y porque Thrissur? Porque la vida lo puso en mi camino, cuando el pasado verano, al terminar una formación de Ayurveda (medicina tradicional de la India, traducida como la ciencia para la longevidad), aquí en España sin haberlo preparado, sin ni siquiera habérmelo planteado, la vida, el destino o el karma, como sea que lo queramos llamar, me llevó hasta allí, Thrissur (Kerala-India), donde establecí una mágica y especial relación (como cuando tienes la sensación de que ya conocieras a esa persona de mucho tiempo atrás), con una de las Terapies del centro médico ayurvédico en el que estuve, que vendría a ser como aquí una terapeuta o enfermera, con quien cada día y hasta el día de hoy, continuo en contacto.

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Cuando uno viaja a un país como la India, se da cuenta de la pequeñez y de la insignificancia del ser humano y de cómo, desde la posición meramente mental como un simple ser humano independiente, deficiente e incompleto, no tenemos ni el más mínimo control sobre nuestras vidas. Pero que sin embargo cuando la mente se expande hasta la mente universal y ya no te ves como aislado, sino como parte de un todo y ves en cada uno de los otros, una parte de la misma esencia y cuando desde esa esencia común se trabaja uniendo las pequeñas mentes, esas mentes individuales, sus ideas, su creatividad, su imaginación, su intelecto, como una red de ordenadores conectados a un mismo ordenador central, entonces el ser humano se muestra con fuerza y es posible hacer grandes cosas, cosas muy bondadosas y grandes transformaciones en el mundo, que nos hacen sentir la plenitud inmensa que somos en realidad, sentirnos como esa unidad que somos y que hemos olvidado “tapados”, por nuestros pequeños “yos” egocéntricos, tristes, como zombis, ocupados en una lucha diaria llena de cosas materiales y de obligaciones que nos atan y nos asfixian, haciéndonos olvidar, que realmente la vida es para vivirla y para vivirla en libertad y en plenitud.
Al poco de llegar allí a India, comenzaron unas lluvias que no eran normales en la época del año en la que nos encontrábamos, pues la época del monzón ya había pasado. Coincidió así pues una catástrofe climatológica, que los lugareños manifestaban no había ocurrido ni en 100 años que recordaran. Murieron muchas personas. Fue un desastre natural que arrasaba con las humildes casas o chamizos como si fueran de papel. Nuestro poblado quedó inundado. Las culebretas del pequeño lago central, campaban a sus anchas. Y tuvimos que salir de allí, sin rumbo.

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Nosotros no podíamos salir de India porque los aeropuertos, muy humildes también estaban anegados de agua, no funcionaba la línea telefónica, y allí en Cochi, desde donde teníamos que despegar, no había ordenadores como en cualquier aeropuerto de aquí. A eso añadido que muchas carreteras habían quedado rotas, era toda una incertidumbre el decidir qué es lo que cada uno de nuestro grupo, quienes habíamos llegado desde distintas ciudades de España, debíamos hacer.
En esas situaciones no importa lo que uno patalee, se enfade, exija o llore, pues tan solo sirve el aceptar, adaptarse, confiar y rezar. Finalmente, todo el grupo, dividiéndonos y buscando las mejores soluciones para cada uno, logramos regresar antes o después a España, manteniéndonos incomunicados y en la incertidumbre, sin saber unos de otros, hasta que íbamos llegando a nuestra ciudad de origen.
Y esto lo quiero contar en estas líneas, porque la India es así, allí pasan las cosas y no hay medios materiales para hacer demasiadas cosas, hay cosas que no se pueden comprar porque ni siquiera existen. Vivir experiencias de este tipo, te hacen ver la mano de Dios en cada detalle o al menos así fue como yo lo viví. Hoy me encuentro cómodamente en mi casa, mientras en la India cada día siguen sucediendo tantas y tantas cosas, precisamente por eso que comentaba unas líneas arriba, porque es tan grande, lo habita tanta gente y hay tanta pobreza, que siempre ocurren todo tipo de desgracias.
Allí el mero hecho de salir a la calle ya es poner en riesgo tu vida, las ambulancias suenan como música de fondo constantemente, pues las carreteras a pesar de tener como aquí solo dos carriles, se desdoblan obligadamente, de manera que parecen hasta cinco. Se puede ver como viajan cuatro o más personas sobre una motocicleta sencilla y hacinados en autobuses. Y allí no existen los intermitentes o no se usan, sólo se avisa tocando el claxon. Nosotros los españoles viajábamos asustados al principio, aunque luego sólo te queda reírte, pues cuando tienes cada dos por tres frente a frente un autobús o un camión y en el último segundo el conductor hace un giro y ves como así te vas salvando de forma absurda de un accidente tras otro, como si estuvieses en una pantalla de videojuego, solo queda eso… reírse. Como bien digo, todo parece a veces tan absurdo, que tienes la sensación constantemente de estar como en un sueño. Pero La India es un país tan intenso y vivo, que nunca duerme, sea cual sea la hora de la noche en la que tú viajes o salgas a la calle, siempre hay gente, luces, movimiento, color, ruido.
Desde aquí sigo cada día conversando con mi contacto allí, quien se llama Asha. Ella es una mujer humilde con su marido y sus dos niños menores y trabaja como digo de terapie en un centro médico ayurveda. A pesar de ser una mujer con muy pocos medios, en su tiempo libre, que también es escaso, se desplaza a diferentes zonas de Thrissur para ayudar a personas más pobres y necesitadas todavía que ella. La mayoría mujeres, que están solas y enfermas, que no tienen comida, ni condiciones de vida necesarias, ropa, ni medicinas, ni acceso a un sistema médico.
Desde que yo regresé a España, la vida me fue llevando de nuevo hasta formar parte de este Proyecto. Desde entonces todo fue abriéndose y creciendo hasta llegar hasta aquí. A mí que siempre me gusta reconocer las pistas que nos va dando la vida, me parecen simplemente maravillosas todas estas aparentes coincidencias o casualidades, cuando no creo para nada que en la vida haya ninguna casualidad. A través de este proyecto se nos muestra el modo para continuar enviando ayuda humanitaria para India. Hemos logrado seguir enviando algunas cantidades y aunque todavía no con la periodicidad con la que nos gustaría, confiamos en este proyecto, confiamos en que, aunando fuerzas, podemos lograrlo y es por eso que trabajamos con creatividad, con ilusión y desde la inteligencia del corazón, tratando de ilusionar a las personas que como tú, que estás leyendo estas líneas, sientan que al leerlo vibra su corazón.
Es “un proyecto ambicioso”, como dijo en su momento nuestro editor, pero tenemos la fuerza, el amor y la confianza suficientes para seguir adelante con todo ello y para eso, necesitamos tu ayuda, desde el nivel o las circunstancias que tú quieras participar, porque muchas personas unidas con una misma intención generan una vibración tan potente, que es capaz de cambiar la realidad.
Creemos en la magia de la vida. Y creemos en ti. Gracias por participar.